<html><body><a href="http://infoling.org" target="_blank"><img
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<br />Moderador/a: Carlos Subirats (U. Autónoma Barcelona), Mar Cruz
(U. Barcelona)
<br />Editoras: Paloma Garrido (U. Rey Juan Carlos), Laura Romero (UB)
<br />Programación, desarrollo: Marc Ortega (UAB)
<br />Directoras/es de reseñas: Alexandra Álvarez (U. Los Andes,
Venezuela), Yvette Bürki (U. Bern, Suiza), María Luisa Calero (U.
Córdoba, España), Luis Cortés (U. Almería)
<br />Asesoras/es: Isabel Verdaguer (UB), Gerd Wotjak (U. Leipzig,
Alemania)
<br />Colaboradoras/es: Julia Bernd (Cause Data Collective, EE.UU),
Antonio Ríos (UAB), Danica Salazar (UB)
<br />
<br />Con el patrocinio de:
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1576-3404 </font>
<br /><font style="font-size:90%">© Infoling 1996-2012. Reservados
todos los derechos</font>
<br />
<br /></br><hr /><b>Información general: </b><br />
Del conflicto social al conflicto terminológico: un apunte sobre
«bioprospección» y «biopiratería»<br /><b>URL:</b> <a
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/><b>Información de:</b> Carlos Subirats
<carlos.subirats@uab.es><br />Compartir: <a
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/></a><hr /><p><a
href="http://infoling.org/english/search/informacion_general/ID/34"
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/><b>Descripción</b><br /><p> <b>Del conflicto social al
conflicto terminológico: un apunte sobre «bioprospección» y
«biopiratería»</b><br />De: Luis González (Comisión Europea).
2032. <i>Puntoycoma. Boletín de los traductores españoles de las
Instituciones de la Unión Europea</i> 127: <br /><a
href="http://ec.europa.eu/translation/bulletins/puntoycoma/127/pyc1276_es.htm"
target="_blank">http://ec.europa.eu/translation/bulletins/puntoycoma/127/pyc1276_es.htm</a><br
/><br />Todo término está revestido de cierta autoridad porque se
considera resultado de un consenso, de una opinión razonada y
ampliamente avalada por los especialistas, por opaca o incomprensible
que resulte para los no iniciados. Esto es cierto, aunque no siempre,
en las ciencias experimentales, pero lo es mucho menos en las llamadas
ciencias sociales, en las que no es raro que un término acabe
imponiéndose a expensas de otros términos competidores, que
representan intereses opuestos o divergentes.<br /><br />El poder de
controlar la producción y difusión de términos sigue siendo hoy uno
de los medios más sutiles y también más eficaces de control
social[1], como podemos apreciar en antagonismos terminológicos que
dejan traslucir (y al mismo tiempo alimentan) conflictos ideológicos
y sociales explícitos o larvados. La lingüística, la filosofía del
lenguaje, la retórica y el análisis crítico del discurso nos
aportan abundantes reflexiones que pueden ser útiles para una
crítica ideológica de la terminología de las ciencias sociales.
Fuera del ámbito estrictamente lingüístico, sociólogos,
economistas e historiadores conceden cada vez más importancia a la
relación entre lengua e ideología porque, como ha señalado el
economista chileno Max Neff, se trata no solo de saber, sino de
comprender[2}, de desvelar los significados (lo que Foucault llamó la
«arqueología del saber»[3]. Parece, sin embargo, que la
terminología, como disciplina académica, se mantiene más bien al
margen de esta perspectiva crítica[4] y, aunque ha ido integrando
otras dimensiones (sociolingüística, pragmática, teoría de la
comunicación, sociocognitivismo, semántica de marcos), no parece
aún muy interesada por las cuestiones ideológicas, ni siquiera
cuando aborda los términos conflictivos de las ciencias sociales.
Sorprende, en estos tiempos que corren, que los trabajos de
terminología no hagan más hincapié en lo que Teun A. van Dijk ha
llamado las «estructuras ideológicas del discurso»[5] y en la
manera en que estas pueden justificar determinadas opciones
terminológicas. Algunas de las razones que pueden explicar esta falta
de interés son:<br /><br />- la atribución de un carácter
acientífico a todo lo relacionado con la ideología, partiendo de la
falsa premisa de que la ciencia <i>no tiene nada que ver</i> con la
ideología;<br />- la falta de perspectiva global de los saberes
hiperespecializados, parcelados e incomunicados entre sí y con el
mundo real;<br />- la universalización de los particularismos de la
cultura dominante anglosajona (y estadounidense en particular) como
único pensamiento viable, es decir, rentable[6];<br />- la deriva
utilitarista y mercantil de la terminología, en consonancia con la
mercantilización de todo lo humano[7], que antepone la aplicación
comercial de los «productos terminológicos» a una verdadera
reflexión autónoma sobre su finalidad;<br />- los conflictos de
intereses, casi siempre ocultos, de «técnicos» y «especialistas»
que se erigen en juez sin admitir que son, sobre todo, parte.<br /><br
/>Un artículo reciente de <i>Le Monde diplomatique</i>[8] desvelaba
que los principales expertos que aparecen en los medios de
comunicación para «explicar» la crisis económica a los ciudadanos
se presentan como universitarios o investigadores, sin mencionar nunca
que forman parte de los consejos de administración de importantes
entidades financieras. Lo que debería ser un discurso de explicación
se convierte así, invariablemente, en un discurso de
legitimación.<br /><br />La opción de usar un determinado término
es, muy frecuentemente, una opción ideológica. En <i>Ideología y
discurso</i> van Dijk parte de una definición amplia de ideología
como sistema de creencias fundamentales de un grupo compartidas por
sus miembros. Esta definición lleva al autor a plantearse una serie
de preguntas básicas (¿quiénes somos?, ¿qué hacemos?, ¿por qué
lo hacemos?, ¿quiénes son nuestros amigos o enemigos?, ¿qué
tenemos que los demás no tengan?, etc.) organizadas dentro de
categorías (pertenencia al grupo, actividades, objetivos, relaciones
y recursos), que son las que determinan la identificación con una
ideología:<br /><br />"Este tipo de preguntas se asocia generalmente
a la identidad del grupo y por lo tanto a las ideologías. Como se
aprecia, la mayor parte de la información es sobre Nosotros respecto
a Ellos. De hecho, las ideologías organizan a la gente y a la
sociedad en términos polarizados."[9]<br /><br />Las ciencias
sociales son esencialmente narrativas y, por ello, su terminología
plantea problemas metodológicos específicos. Por ejemplo, una
definición del término «racismo» que quiera dar cuenta de la
formación y de la evolución del concepto solo puede hacerse mediante
una aproximación diacrónica y enciclopédica, es decir, mediante una
narración, en la que ha de estar presente forzosamente la ideología.
Este es el método que se ha seguido en una obra ya clásica, el
<i>Diccionario Crítico de Ciencias Sociales</i>[10], en cuya entrada
«racismo» podemos leer:<br /><br />"Racismo es, por tanto, un
concepto cargado de diversos significados que deben ser cuidadosamente
discriminados. Antes de proceder a delimitar la connotación del
concepto, conviene, en primer lugar, definir lo que no es."<br /><br
/>A primera vista este enfoque puede parecer antiterminológico
(«diversos significados», «connotación», «definir lo que no
es»), y sin duda lo es, si nos atenemos a los manuales clásicos, que
tienen una concepción muy estrecha de la terminología, pero es un
planteamiento que nos ofrece una base óptima para ayudarnos a
comprender el concepto de «racismo». Nietzsche dijo que solo puede
definirse lo que no tiene historia y puede que, en rigor, este tipo de
términos sean indefinibles, tan solo <i>explicables</i>. Podemos
describir con relativa facilidad un objeto material o un proceso
industrial, enumerar sus características o propiedades buscando un
máximo de objetividad, pero un término como «racismo» requiere una
narración en un eje histórico e ideológico y exige, por lo tanto,
una interpretación.<br /><br /><b>El imposible fin de la
historia</b><br /><br />En su famoso y polémico artículo publicado
en 1989 en <i>The National Interest</i>, Fukuyama anunció el «fin de
la historia»[11] entendida como lucha de ideologías y el comienzo de
una etapa caracterizada por la hegemonía de la «democracia liberal
occidental». Una década después, confirmaba su vaticinio, con
algunos matices, en un artículo cuya versión española publicó
<i>El País</i> el 17 de junio de 1999: «Pensando sobre el fin de la
historia diez años después». A pesar de lo poco acertado de su
predicción, hay que reconocer a Fukuyama una gran habilidad como
propagandista[12].<br /><br />La martingala del fin de la historia es
un ejemplo más de cómo funcionan los mecanismos de «creación (o
construcción) de consenso» que, como ha señalado Chomsky[13], viene
empleando la «ingeniería histórica» estadounidense (el término es
del mismísimo presidente Woodrow Wilson) desde las primeras décadas
del pasado siglo, antes incluso de que Orwell lanzara sus andanadas
contra la neolengua.<br /><br />Hoy está claro que aquel fin de la
historia era un final «de encargo» para presentar poco menos que
como un hecho científico (es decir, <i>neutral</i>) el triunfo
inapelable de la ideología dominante. Pero tal intensidad
propagandística se vio contrarrestada por la aparición del término
«pensamiento único»[14], referido también a la supremacía del
pensamiento liberal occidental, pero de manera crítica, poniendo de
relieve sus efectos devastadores sobre el Estado del bienestar, los
derechos laborales o el medio ambiente.<br /><br />La historia no se
resignó a hacer mutis y volvió estrepitosamente a escena en
septiembre de 2001, entrando en nuestras casas por la pantalla del
televisor. Los ecos de lo que sucedió después (la intensificación
de los combates ideológicos y del fuego real) pueden escucharse
todavía. Como señala Juan Luis Conde: «los años 90 fueron un
espejismo en que pudo augurarse el fin de la historia. Ahora
comprendemos que no puede tener final lo que no tiene tampoco
principio[15].» La tozudez de la realidad y la fuerza retórica de la
expresión «pensamiento único», con ese inocente adjetivo lanzado a
la línea de flotación del discurso neoliberal, contribuyeron al
<i>fin del fin de la historia</i>.<br /><br />No hay más remedio, por
lo tanto, que volver a la historia, y con ella a la ideología, para
desvelar los antagonismos terminológicos y el conflicto fundamental
que late bajo todos ellos: quién domina y quién es dominado o
—como diría Zanco Panco (<i>Humpty Dumpty</i>) en su clase
acelerada de semiótica a Alicia[16]— «quién manda». Las
relaciones de fuerzas que estos conflictos y oposiciones generan son
también evidentes (hoy diríamos incluso que son <i>descaradamente
evidentes</i>) en el terreno discursivo y, sin embargo, no es fácil
para la mayoría de nosotros reconocerlas ni expresarlas. Žižek,
siempre provocador, ha dado una vuelta de tuerca, en clave
ideológica, a la archiconocida frase de Wittgenstein: «los límites
de mi lenguaje son los límites de mi mundo»:<br /><br />"We feel
free because we lack the very language to articulate our unfreedom.
[…] today, all the main terms we use to designate the present
conflict −'war on terrorism', 'democracy and freedom', 'human
rights', and so on− are false terms, mystifying our perception of
the situation instead of allowing us to think it."[17]<br /><br
/>Estos términos equívocos, según Žižek, hacen que nuestras
libertades sirvan, en realidad, para ocultar nuestra absoluta falta de
libertad: términos como «guerra contra el terrorismo»[18],
«democracia»[19], «libertad»[20], «derechos humanos»[21], no
pueden definirse sin recurrir a la historia y a la ideología, los dos
principales enemigos del <i>eterno presente</i> de la
posmodernidad.<br /><br />Hay ciertos términos creados por el poder
(político y económico en particular) que se usan para zanjar
conflictos ocultándolos. Si el conflicto real persiste, es fácil que
acaben surgiendo términos opuestos (que podríamos llamar
antitérminos o contratérminos), aunque su circulación haya quedado
reducida a determinados grupos y ámbitos relativamente marginales,
con la excepción quizás del mundo académico, tradicionalmente más
inclinado a cuestionar los dogmas. Lo novedoso en la actual sociedad
de la conexión es que la llamada viralidad de la red favorece la
difusión de estos contratérminos y su posibilidad de cuestionar
consensos terminológicos y sociales. Los campos en conflicto
terminológico pueden así, en cierta medida, reequilibrarse.<br /><br
/>´<b>Un ejemplo: «bioprospección» y «biopiratería»</b><br
/><br />El conflicto entre estos dos términos se planteó bastante
antes de la generalización de internet, pero la red ha sido
determinante en la relación de fuerzas, en continua evolución, que
se da entre ambos.<br /><br />Por tratarse de un término
relativamente genérico, son muchas las definiciones legales de
«bioprospección», con diferentes matices en función del contexto y
de la finalidad. Por ejemplo, en un documento recopilado por la
<i>Office of Hawaiian Affairs</i> se recogen doce definiciones[22]
procedentes de instituciones académicas o de la legislación de
distintos Estados y territorios. La variedad de las definiciones es un
indicio de la naturaleza polémica del concepto, si bien en todas
ellas se considera legítima, en mayor o menor medida, la explotación
comercial de los recursos de la biodiversidad y la apropiación de los
conocimientos ancestrales (<i>traditional knowledge</i>) de los
pueblos indígenas, aunque solo en algunas definiciones se hable
explícitamente de compensación. En el glosario del </i>Environmental
Terminology and Discovery Service</i> (ETDS) de la Agencia Europea de
Medio Ambiente (AEMA) se recoge la siguiente definición:<br /><br
/><b>Bioprospecting</b> «entails the search for economically valuable
genetic and biochemical resources from nature»[23],<br /><br />y se
hace depender la «biopiratería» de la «bioprospección»:<br /><br
/><b>Biopiracy</b>. Bioprospecting regarded as the perpetuation of the
colonial habit of plundering other countries' biological resources
without fair and equitable compensation, resulting in environmental,
economic and social detriment.[24]<br /><br />Extrañamente, a pesar
de ser mucho más explícita, la definición de <i>biopiracy</i> viene
a ser secundaria, como si se tratase de una subacepción (regarded as)
de </i>bioprospecting</i>. De hecho, en la definición
de</i>bioprospecting</i> no figura la correspondencia inversa
(<i>biopiracy</i> <i>regarded as</i>…) y no se menciona relación
alguna con la «biopiratería». Se trata obviamente de una decisión
ideológica[25], como queda patente si cambiamos de perspectiva.
Veamos, por ejemplo, cómo define <i>biopiracy</i> un manual
académico[26] editado en Nueva Deli: es una definición extensa (de
algo más de media página), que ilustra perfectamente la inversión
de la relación entre </i>bioprospecting</i> y <i>biopiracy</i>
propuesta en el glosario de la AEMA. Recogemos aquí tan solo un par
de frases (el subrayado es nuestro):<br /><br />«Bioprospecting is a
frequent alternative neutral or positive terms (sic) for biopiracy.
While biopiracy is illegal or unethical bioprospecting,
<i>bioprospecting is legalised or ethical biopiracy</i>».<br /><br
/>Hay que señalar también que, tras la voz <i>biopiracy</i>, el
glosario de este manual registra <i>biowar</i>, lo que nos indica que
el término <i>bioprospecting</i> solo figura en esta publicación
india como subacepción de <i>biopiracy</i>. La relación de fuerzas,
al menos textualmente, se ha invertido: hemos cambiado de continente y
hemisferio y hemos pasado también «al otro lado del espejo». La
«bioprospección» y la «biopiratería» no son vistas de la misma
manera en Londres y en Nueva Deli, y no se trata exclusivamente de
diferencias culturales.<br /><br />A nadie se le escapa tampoco que el
oxímoron orwelliano <i>ethical biopiracy</i> (que nos hace pensar en
sir Francis Drake y los <i>gentlemen pirates</i> y condensa en dos
palabras las relaciones coloniales a lo largo de la historia) no es en
absoluto casual porque remite irónicamente a la interiorización del
discurso de legitimación: lo que Bourdieu ha llamado «violencia
simbólica»[27].<br /><br /><b>Génesis y éxito de
<i>biopiracy</i>/biopiratería</b><br /><br />Según el libro
<i>Confronting biopiracy, challenges, cases and international
debates</i>[28], el término <i>biopiracy</i> lo utilizó por primera
vez Pat Mooney, de la ONG canadiense Rural Advancement Foundation
International. Se acuñó, como buen contratérmino, de manera
claramente reactiva, para canalizar una frustración:<br /><br />"The
term was developed due to growing frustration about the appropiation
and monopolization of long-held medicinal and agricultural knowledge
about nature, as well as the related physical resources (plants,
animals and their components)."[29]<br /><br />Pero donde
<i>biopiracy</i> se cargó de toda la fuerza, ideológicamente
hablando, que hoy tiene fue en la India, gracias al libro-manifiesto
</i>Biopiracy: the plunder of nature and knowledge</i>[30] de Vandana
Shiva, que sitúa la biopiratería como concepto central de un
discurso contra el colonialismo, agrandando, además, su dimensión
histórica (al aplicar retroactivamente el término al expolio
colonial de América) y vinculando los conceptos «eurocéntricos» de
«propiedad» y «piratería» como prácticas esenciales en la
política del GATT y de la OMC.<br /><br />Habría mucho que decir
sobre los términos relacionados directa o indirectamente con el
discurso político sobre (contra) la biopiratería, en el que, además
de tecnicismos, como las famosas GURTs (o TRUG en español)
—conocidas coloquialmente por sus detractores como <i>terminator
technologies</i>— y de términos engañosos, como
<i>biodiscovery</i> (biodescubrimiento), tenemos una buena serie de
contratérminos: biopirata, deuda ecológica, deuda social,
etnobotánica, patentabilidad de la vida, soberanía alimentaria, etc.
Es un tema muy interesante que nos gustaría abordar en otra
ocasión.<br /><br />En cualquier caso, para obviar el conflicto, ni
«bioprospección» ni «biopiratería» figuran en el Protocolo de
Nagoya sobre acceso a los recursos genéticos y participación justa y
equitativa en los beneficios que se deriven de su utilización al
Convenio sobre la Diversidad Biológica[31], pero la pertinencia del
discurso sobre la biopiratería y la implantación del término han
motivado que haya ya propuestas para adoptar un enfoque amplio (y no
restrictivo) en el desarrollo de disposiciones contractuales relativas
a la resolución de controversias en las condiciones mutuamente
acordadas de las que habla el Convenio. Este enfoque amplio podría
permitir una lucha más eficaz contra la biopiratería[32].<br /><br
/>Esperamos con estas reflexiones haber despertado en quienes se
dedican a la terminología el interés en abordar desde una óptica
diferente las polarizaciones y relaciones de conflicto que se dan
entre términos ideológicamente cargados. La confrontación en el
plano discursivo es fundamental para detectar (y contribuir a
modificar) las relaciones de fuerzas tan desparejas entre dominantes y
dominados y para hacer que no sean los primeros quienes tengan la
exclusiva facultad de nombrar ni los segundos la condición de ser
siempre nombrados.<br /><br /><br /><b>NOTAS</b><br /> <br />1 La
manipulación del lenguaje (y concretamente de los términos) por el
poder se ha asociado tradicionalmente a regímenes totalitarios
(Orwell denunciaba la dictadura de la verdad, basándose en su
observación de los usos lingüísticos del fascismo y del
estalinismo, Dolf Sternberger y Viktor Klemperer dejaron su testimonio
de las manipulaciones terminológicas de la Alemania nazi y Aleksander
Wat describió la «semántica estalinista»), pero las
autodenominadas «democracias avanzadas» ejercen también, como ha
desvelado Chomsky, un control de la lengua, aunque más sutilmente:
«[…] in a state in which the government can't control the people by
force it had better control what they think» (Noam Chomsky, Language
and Politics, Black Rose Books, Montreal-Nueva York, 1988, p. 671).<br
/>2 Manfred A. Neff, «Del saber al comprender: navegaciones y
regresos», ensayo disponible en:<br /><a
href="http://www.max-neef.cl/download/Max_Neef_Del_saber_al_comprender.pdf."
target="_blank">http://www.max-neef.cl/download/Max_Neef_Del_saber_al_comprender.pdf.</a>
Véase también el libro del mismo autor: Desarrollo a escala humana.
Conceptos, aplicaciones y algunas reflexiones, Icaria, Barcelona,
1994, y en particular el capítulo «Sobre la poda del lenguaje (y
otros ejercicios inusuales) para comprender el progreso social», pp.
125-137.<br />3 Michel Foucault, Las palabras y las cosas. Una
arqueología de las ciencias humanas, siglo XXI, México D.F. 1997 y
La arqueología del saber, siglo XXI, México D.F., 1979.<br />4 Con
alguna excepción, como el IX simposio de RITERM, organizado en 2004
por el IULA de la Universidad Pompeu Fabra: Teresa Cabré, Rosa
Estopà, Carles Tebé (eds.), La terminología en el siglo XXI:
contribución a la cultura de la paz, la diversidad y la
sostenibilidad, IULA-UPF, Barcelona, 2006.<br />5 Teun A. van Dijk,
Ideología y discurso, Ariel, Barcelona, 2003 e Ibid, Discurso y
Poder, Gedisa, Barcelona, 2009. En <a href="http://www.discursos.org"
target="_blank">http://www.discursos.org</a> pueden obtenerse otros
libros y artículos del mismo autor.<br />6 Lo que Pierre Bourdieu y
Loïc Wacquant han denominado las «argucias de la razón
imperialista»: <a
href="http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/arss_0335-5322_1998_num_121_1_3250."
target="_blank">http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/arss_0335-5322_1998_num_121_1_3250.</a><br
/>7 Pierre Bourdieu y Loïc Wacquant, «La nouvelle vulgate
planétaire», Le Monde diplomatique, n.o 554, mayo de 2000, pp.
6-7.<br />8 Renaud Lambert, «Les économistes à gages. Conflits
d'intérêts et connivences médiatiques» en Le Monde diplomatique,
marzo de 2012, p. 1.<br />9 Teun A. van Dijk, Ideología y discurso,
pp. 56 y 57.<br />10 Obra dirigida por Román Reyes, editorial Plaza
y Valdés, Madrid y México, 2009. Algunos artículos pueden
consultarse en línea: <br /><a
href="http://www.ucm.es/info/eurotheo/diccionario/index_b.html."
target="_blank">http://www.ucm.es/info/eurotheo/diccionario/index_b.html.</a><br
/>11 La expresión no era suya. En el artículo mencionado y en el
libro posterior basado en él (El fin de la historia y el último
hombre, Planeta, Barcelona, 1992) reconoce Fukuyama inspirarse (como
lo hizo para otras de sus ideas principales) en Kojève, quien a su
vez atribuye el vaticinio del fin de la historia a Hegel. Para el
filósofo alemán, la historia habría alcanzado su perfección, en
cierto modo, con la entrada de Napoleón en Jena.<br />12 Sus
trabajos fueron financiados, entre otras instituciones, por la RAND
Corporation (grupo de estudios y reflexión de las fuerzas armadas
estadounidenses), sin que ello le impidiera llegar a ser asesor de
Gadafi (cf. Laura Rozen, «Among Libya's lobbyists», Politico,
21.2.2011), <a href="http://www.politico.com/blogs/laurarozen/"
target="_blank">http://www.politico.com/blogs/laurarozen/</a><br
/>0211/Among_Libyas_lobbyists.html.<br />13 La expresión
manufacturing consent, nos indica Chomsky, es una creación del
periodista Walter Lippman, quien la acuñó para ilustrar una
práctica necesaria para favorecer el asentimiento de los ciudadanos
ante el discurso del Estado. Véanse también al respecto: Noam
Chomsky y Edward S. Herman, Manufacturing consent: the political
economy of the mass media, Londres, Vintage, 1994 (edición en
español: Los guardianes de la libertad: propaganda, desinformación y
consenso en los medios de comunicación de masas, Biblioteca de
Bolsillo, Barcelona, 2000).<br />14 Expresión acuñada en francés,
pensée unique, por Ignacio Ramonet en un artículo de Le Monde
diplomatique, enero de 1995: <a
href="http://www.monde-diplomatique.fr/"
target="_blank">http://www.monde-diplomatique.fr/</a><br
/>1995/01/RAMONET/1144#nh2. Alain de Benoist, uno de los ideólogos de
la Nouvelle Droite francesa, había utilizado el término ya en 1993,
pero fue Ramonet quien lo difundió con el significado actual.<br />15
La lengua del imperio: la retórica del imperialismo en Roma y la
globalización, Alcalá Grupo Editorial, 2009, p. 21.<br />16 Lewis
Carroll, A través del espejo, Alianza, Madrid, 1984, capítulo 6.<br
/>17 Slavoj Žižek, Welcome to the Desert of the Real, Verso Books,
Londres, 2002, p. 2.<br />18 Véase el artículo de María
Valdivieso «War and terror. War on terror. A semantic axis in the
post-9/11 US poli-tical discourse» en Estudios sobre el mensaje
periodístico, Vol. 13 (2007).<br />19 Palabra devaluada hoy hasta el
punto de que es prácticamente imposible una democracia sin adjetivos:
hay un movimiento ciudadano a favor de la «democracia real», una
exigencia de «democracia compatible con los mercados» (marktkonforme
Demokratie), etc.<br />20 Véase el artículo de Juan Luis Conde en
este mismo boletín: «Cómo llenar palabras vacías: el caso de
"libertad"», puntoycoma n.o 120, p. 14.<br />21 David Sánchez
Rubio, Encantos y desencantos de los derechos humanos: de
emancipaciones liberaciones y dominaciones, Icaria, Barcelona,
2011.<br />22 <a
href="http://www.oha.org/pdf/bioprospecting/20071130/definition.doc."
target="_blank">http://www.oha.org/pdf/bioprospecting/20071130/definition.doc.</a><br
/>23 Kerry Ten Kate, Biopiracy or Green Petroleum? Expectations &
Best Practice in Bioprospecting, Overseas Development Administration,
Environment Policy Department, Londres, 1995.<br />24 Ibíd.<br />25
Decisión que puede ser relevante, por ejemplo, a la hora de elaborar
una ontología en la que se definan las relaciones entre ambos
términos.<br />26 R. Kotpal, K. Tyagi, A. Bendre, P. Pande, Concepts
of Biology XII, Rastogi Publications, Nueva Deli, 2009, pp. 4-30.<br
/>27 Pierre Bourdieu, Meditaciones Pascalianas, Anagrama. Barcelona,
1999. p. 112.<br />28 De Daniel F. Robinson, publicado por
Earthscan, Londres, 2010. p. 14.<br />29 Ibíd.<br />30 South End
Press, Cambridge (EE.UU.), 1997.<br />31 Convenio sobre la Diversidad
Biológica, Naciones Unidas, Montreal, 2011, <a
href="http://www.cbd.int/abs/doc/protocol/nagoya-protocol-es.pdf."
target="_blank">http://www.cbd.int/abs/doc/protocol/nagoya-protocol-es.pdf.</a><br
/>32 Claudio Chiarolla, Biopiracy and the Role of Private
International Law under the Nagoya Protocol, Collections de l'IDDRI,
Idées pour le débat, Working papers n.o 2, 2012.</p><br
/><b>Información en la web de Infoling:</b><br /> <a
href="http://www.infoling.org/informacion/IG34.html" target="_blank">
http://www.infoling.org/informacion/IG34.html</a></body></html>