<html><body><a href="http://infoling.org" target="_blank"><img
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<br /><br /><br />
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Twitter</a></td></tr></table></font>
<br />Moderador/a: Carlos Subirats (U. Autónoma Barcelona), Mar Cruz
(U. Barcelona)
<br />Editoras: Paloma Garrido (U. Rey Juan Carlos), Laura Romero (UB)
<br />Programación, desarrollo: Marc Ortega (UAB)
<br />Directoras/es de reseñas: Alexandra Álvarez (U. Los Andes,
Venezuela), Yvette Bürki (U. Bern, Suiza), María Luisa Calero (U.
Córdoba, España), Luis Cortés (U. Almería)
<br />Asesoras/es: Isabel Verdaguer (UB), Gerd Wotjak (U. Leipzig,
Alemania)
<br />Colaboradoras/es: Julia Bernd (Cause Data Collective, EE.UU),
Miroslava Cruz (U. Autónoma del Estado de Morelos. México), Matthias
Raab (UB), Antonio Ríos (UAB)
<br />
<br />Con el patrocinio de:
<br /><table border="0" bordercolor="#FFFFFF"
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Comillas" width="85" height="49" align="left" border="0"
/></a></td>--><td><a
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/></a></td></tr></table><br /><hr /><font style="font-size:90%">
<br /><b>Infoling 9.49 (2013)</b><br />ISSN: 1576-3404 </font>
<br /><font style="font-size:90%">© Infoling 1996-2012. Reservados
todos los derechos</font>
<br />
<br /><hr /><b>Medios de comunicación:</b><br />Cortés, Luis. 2012.
La enseñanza del discurso oral: la gran olvidada del sistema
educativo español. ¿Por qué en nuestros institutos y universidades
no se enseña a los alumnos a afrontar situaciones de formalidad como
entrevistas, exposiciones o discursos?<br /><b>URL:</b> <a
href="http://elpais.com/elpais/2012/07/18/opinion/1342603076_041548.html"
target="_blank">http://elpais.com/elpais/2012/07/18/opinion/1342603076_041548.html</a><br
/><b>Referencia:</b> El País, 9 de agosto, p. 25<br /><b>Información
de:</b> <infoling@infoling.org><br />Compartir: <a
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/></a><hr /><p><a
href="http://infoling.org/english/search/media/ID/20"
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/><b>Reproducción del texto o información</b><br /><p> Por
desgracia, la enseñanza del bien hablar se reduce en nuestro país a
esos cursos impartidos a ejecutivos, con títulos tan directos como:
<i>Hablar bien en público, Cómo comunicarse bien en público</i>...,
en los que, como por arte de birlibirloque o de encantamiento, se
pretende enseñar a hablar a sus “encorbatados” asistentes sin ir
más allá de repetir, en todos los casos, las mismas cuestiones: a)
La necesidad de luchar contra el miedo; b) La obligación de tener
confianza en uno mismo y expresar las ideas con contundencia; c) El
uso correcto de las manos y del cuerpo, etcétera, todas necesarias,
pero insuficientes. Ante tal abandono, cabe preguntarse: ¿por qué en
nuestros institutos y universidades de España no se enseña a los
alumnos a afrontar situaciones de formalidad como entrevistas,
exposiciones o discursos? <br /><br />Cuentan aficionados a la
agricultura que, a veces, al intentar sacar el rábano de la tierra,
por inexperiencia, lo hacen con tal fuerza que pierden su raíz, la
parte más sabrosa, y se quedan con las hojas en la mano. Desde hace
más de un siglo, en el estudio de nuestro idioma ha pasado algo
parecido: se abandonó la vertiente más productiva, la práctica, en
favor de la descripción sincrónica de sus estructuras
(fonética,morfología, sintaxis y semántica). Los tiempos verbales,
los pronombres personales, las oraciones de relativo (explicativas y
especificativas) o la función de complemento directo o indirecto que
el pronombre podía tener en determinadas oraciones han sido el centro
de tal docencia. En la universidad, en la especialidad de Filología
Española, tales contenidos se acompañaron de los estudios de la
historia del español (su evolución desde el latín hasta nuestros
días) y de su dialectología (estudios de los dialectos: andaluz,
asturiano-leonés,murciano, extremeño...). Las disciplinas
correspondientes a estos estudios no podían contemplar el aprendizaje
de la lengua oral, que se abandonó a su adquisición espontánea por
parte de los hablantes. <br /><br />Bien es verdad que este estado de
cosas no siempre fue así. La tradición de los estudios
universitarios daba gran importancia a los contenidos retóricos, los
cuales implicaban, entre otros menesteres, el aprendizaje de la lengua
oral, de la práctica discursiva. Por ejemplo, un estudioso de la
lengua española, M. Metzeltin, en 2003, explica cómo en el siglo
XVIII Mayans y Siscar elaboró un <i>Informe al Rei sobre el methodo
de enseñar en las universidades de España</i> (1767), solicitado por
el secretario de Gracia y Justicia; en él propuso, entre otras
cátedras, las de Retórica y Poética, e insistía en que los
estudiantes tuvieran que aprender a interpretar, recitar, traducir y
componer. Y cuando se habla de componer no solo se alude al redactar
por escrito un texto, sino a su expresión oral también. Había, por
tanto, unas disciplinas que incidían de forma directa en el dominio
del lenguaje como medio de comunicación.<br /><br />¿Qué pasó?
¿Cómo se dejó de lado esta parte más productiva de la docencia?
¿Por qué en nuestras universidades, en el último siglo, no se nos
enseñó a hablar en público? Si verdaderamente tal hábito venía
potenciado por la tradición, ¿qué hubo de suceder para que se
abandonara? Podemos decir que el camino del infierno al que se
condenó tal adiestramiento estuvo empedrado de buenas intenciones, si
bien estas, a veces, aun llevándose a cabo con moderación, conllevan
demasiados inconvenientes. Aunque las hojas fueran necesarias, ¿por
qué se abandonó la raíz del rábano, que es la parte más jugosa?
<br /><br />En el mismo artículo, Metzeltin nos especifica el origen
del cambio: los nacionalismos nacidos de la Revolución Francesa y
posterior dominio napoleónico. Estos exigían la “invención” de
una lengua y de una literatura nacional, así como la “necesidad”
de potenciar su estudio, lo que determinó que fuera el conocimiento
de los distintos niveles (fonético, morfosintáctica y semántico) lo
que, poco a poco, se iba incorporando a los programas de los
diferentes tramos docentes. Hemos asistido, por tanto, a una
revolución que no supo incorporar lo positivo del estado anterior.<br
/><br />Hoy se hace necesaria esa docencia que vaya de la práctica a
la teoría (y he dicho bien) y viceversa, lo que requiere, entre otras
cosas, programas con objetivos diferentes. ¿Se imaginan ustedes a un
relojero que supiera descomponer un reloj, pero que no supiera
armarlo? Pues a eso creo que llevó el hecho de centrar toda la
atención del estudio de la lengua española en el conocimiento de las
estructuras y planos sin pensar en esa otra parte creativa, tan
necesaria.<br /><br />¿Qué habrá que hacer, podemos preguntarnos,
para ensamblar los dos tipos de conocimientos? El primer paso lo han
de dar las autoridades académicas, quienes deberían saber --aunque
no sé si lo sabrán-- o deberían tener asesores que así se lo
hicieran saber --aunque tampoco sé si los tendrán-- que es posible
una enseñanza de la lengua española que incluya determinados tipos
de prácticas que conduzcan a un mejor manejo de la modalidad oral en
situaciones formales. También sería conveniente que desde
ministerios y comunidades se empiecen a potenciar proyectos de
creación de materiales que faciliten esa enseñanza <i>real</i> de la
lengua oral al profesorado de los distintos niveles. Para ello,
contamos con los conocimientos aportados por las recientes disciplinas
lingüísticas, en especial el análisis del discurso (las formas de
iniciar una intervención, los marcadores que unen las partes de una
exposición, los mecanismos para argumentar, la supresión de las
muletillas, etcétera). No se trata, ni mucho menos, de prescindir de
los conocimientos gramaticales, sino de enseñarlos imbricados con
esos otros conocimientos que han de hacer que nuestros alumnos sepan
enfrentarse a situaciones orales diferentes de las de todos los días
y en las que tengan que unir varias ideas o argumentar sobre
determinados temas. A partir del curso 2012-2013, en la Universidad de
Almería (España) --en el grado en Filología Hispánica-- se imparte
una asignatura con esta finalidad. <br /><br />En tanto no se cree de
manera real tal necesidad de enseñar la lengua oral en nuestros
centros docentes, seguiremos asistiendo perplejos a la dicotomía
entre lo que dicen los boletines oficiales (con ese léxico
seudocientífico y anglicado) sobre las destrezas orales y realmente
lo que se enseña. Esto sí que es ciencia ficción. Confiemos en que
en la próxima polémica que surja acerca de lo mal que hablamos unos
u otros, quiera la ventura “dejar una puerta abierta en la
desdicha” para que en vez de incentivarla den “remedio a ella”.
So pena que queramos seguir como estamos.</p><br /><b>Área
temática:</b> Adquisición del español como lengua primera (L1),
Análisis del discurso, Otras especialidades, Retórica<br /><br
/><b>Información en la web de Infoling:</b><br /> <a
href="http://www.infoling.org/informacion/Media20.html"
target="_blank">
http://www.infoling.org/informacion/Media20.html</a></body></html>