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Juan Jose juanjose1 at hotmail.com
Sun Jan 19 16:50:59 UTC 2003


reforma.com --- formato de impresión14 de ene. 2003
        
     
Manuel J. Jáuregui 
 México, pieza clave 




Permítanos hoy, estimado lector, hacer una pausa respecto a los trillados temas políticos y de similar índole para platicarles de algo que nos fascina -y esperamos a ustedes también-, que es la historia.

Nuestro México, sin quererlo y -lo que es más simpático aún- sin saberlo siquiera, está jugando un papel protagónico clave en una controversia que apenas inicia y que, para los historiadores y el público en general, promete ser de gran envergadura y de enormes implicaciones, pues hará que se tiren a la basura los libros de texto de primaria en todo el mundo occidental.

Tiene que ver nuestro tema, y mucho, con una tumba descubierta en Teotihuacán en 1911 por el antropólogo William Niven, concretamente con lo que el estadounidense encontró ahí: los restos de un hombre precolombino de apenas un metro y medio de estatura, de rasgos orientales y supuestamente vestido y ornamentado a la usanza mongol.

Este descubrimiento encaja con la publicación reciente de un libro, producto de la investigación que, por más de 10 años, efectuó el británico ex comandante de submarino, Gavin Menzies, y que ha desatado una polémica enorme en los círculos literatos en todo el mundo.

La editorial William Morrow ha puesto a la venta ya, de ahí el escándalo, en forma de libro el resultado de la investigación efectuada por este hombre menudo.

El título de la obra dice por sí sola el por qué de esta enorme polvareda: "1421: El Año en que China Descubrió el Mundo", se titula.

Y, en efecto, Menzies se propone comprobar que existe evidencia sólida para afirmar que fueron los chinos, y no Cristóbal Colón, quienes descubrieron el continente americano, además de la Antártica y Australia.

Originalmente, Menzies pretendía otra cosa: investigar los orígenes históricos de la Gran Muralla y de la Ciudad Sagrada.

Mientras esto hacía, se topó con un mapa marino portugués que databa de 1424, en el cual venían dibujadas las islas del Caribe. Alguien, concluyó Menzies, conoció el Occidente 70 años antes que Colón. Pero, ¿quién?

Mayores indagaciones llevaron a Menzies a conocer y estudiar los escritos detallados que dejó un navegante y comerciante veneciano, Niccolo da Conti quien, en forma fortuita, coincidió en un puerto comercial de la India con una armada expedicionaria de Naos, enviada por el emperador chino Zhu Di a conocer, mapear y traerle tributo de las tierras más allá del horizonte.

Este hecho coincide con la fecha de terminación tanto de la Gran Muralla como de la Ciudad Prohibida (1421).

Ante esta evidencia, Menzies decidió dejar a un lado su proyecto original y emprender la investigación que lo llevaría a comprobar -según él- que los chinos se le adelantaron a los europeos cuando menos 70 años en el descubrimiento de América.

Salta a la vista que, para poder acumular mayores pruebas en apoyo de su tesis, Menzies debe de intentar comprobar, de preferencia con evidencia material, que los chinos estuvieron presentes en América antes que la colonización europea.

Es en este sentido en el que nuestro México adquiere vital importancia.

No existe mayor probabilidad de encontrar pruebas tangibles de esta presencia china en nuestro continente que a través de los restos que nos dejaron las civilizaciones precolombinas.

Con el nuevo enfoque que obliga la tesis del británico Menzies, se torna necesario reexaminar mucha de nuestra arqueología a la luz de esta posibilidad, por más extraña que nos parezca.

Según el autor, ya existen pruebas fehacientes de un contacto China-Brasil que es anterior a 1511, por lo que no es descabellado pensar que en nuestro récord antropológico pudieran existir elementos de apoyo a su tesis.

Entre otros, aquellos que se pudieran derivar de los estudios de DNA tanto en humanos como en algunas especies animales y vegetales.

Según Menzies, es relativamente fácil demostrar -mientras se cuente con los especímenes adecuados-, mediante el carbono 14 y estudios comparativos de DNA, que cosas como el arroz, algunas especies avícolas (como los pollos) y piedras preciosas como el jade, tienen origen en China, y no son nativos de América.

Una traducción comprensiva al inglés de los recuentos de los primeros exploradores europeos que llegaron al Nuevo Mundo, afirma Menzies, apoyan la tesis de una presencia china en América previa a la europea.

Es casi seguro que la comprobación o ridiculización de la hipótesis controversial de Menzies se venga dando en nuestro territorio, pues en ningún otro país del continente se cuenta con un récord tan antiguo y tan completo, producto de la avanzada civilización presente aquí y que necesariamente debió interactuar con los emisarios del emperador chino Zhu Di, si es que acaso éstos llegaron a nuestras tierras antes que la Pinta, la Niña y la Santa María.

Por lo mismo, no es difícil adelantar que nuestros científicos, nuestros excelsos antropólogos, mismos que destacan a nivel mundial, serán los encargados de protagonizar esta batalla que librará el entendimiento humano.

Dependerá del conocimiento y la información que ellos arrimen a la polémica el que futuras generaciones aprendan una versión diferente respecto al descubrimiento de América que la que aprendieron sus padres.

Habrá que estar pendientes de esta vital aportación mexicana al entendimiento humano.
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