Ihuimecatl e Imexxayac/Ehmib äthä: de objetos rituales a nombres propios 2

David Wright dcwright at prodigy.net.mx
Tue Sep 8 16:59:16 UTC 2009


Estimado Roberto:

Gracias por tus comentarios y observaciones. Creo que tienes razón. Debí de
haber especificado en la nota que la cita de Sahagún, sobre los ritos de la
fiesta de ochpaniztli, es la referencia principal a la máscara de piel de
muslo y que las otras tres citas son para contextualizar. En el caso de
Durán, se trata de una descripción alternativa del sacrificio de la mujer en
la fiesta de ochpaniztli, en el cual se menciona el sacrificio y el
desollamiento de una mujer, y el acto de vestir a un hombre con la piel así
obtenida, aunque no se especifica lo de la máscara de piel de muslo. En los
casos de Motolinia y de Las Casas (este último repite las palabras de
Motolinia, con cambios mínimos), se trata del sacrificio de dos mujeres en
una fiesta que Las Casas identifica como xocotl huetzi, pero que en el texto
de los Memoriales de Motolinia se ubica claramente en la fiesta de izcalli
(era anual, no cada cuatro años). Cité estos pasajes de Motolinia y Las
Casas porque es otro caso en que hombres se visten con la piel de mujeres,
incluyendo máscaras hechas con este material, aunque no de la piel del
muslo. Por el sistema parentético que usé en las notas, quedó poco clara mi
intención, pero ahora veo que puedo agregar una oración o dos para que quede
todo esto más explícito para el lector, ahorrándole el trabajo que tú
tuviste que invertir en leer los diferentes textos en busca de la máscara de
piel de muslo. Este texto es parte de un libro en proceso de redacción, por
lo que aprovecharé tu comentario para afinar esta parte. Esto es lo bueno de
foros como los congresos y las listas de correo: podemos obtener algo de
retroalimentación antes de publicar nuestros textos, acercándonos un poquito
más a la quimera de la perfección.

Dices "Veo que hay una afinidad cultural religiosa en esta fiesta entre los
otomis y los mexicas". De nuevo, tienes razón. Aprovecho la oportunidad para
agregar que he pasado tres décadas buscando diferencias culturales entre
otomíes y nahuas. Hablando del Posclásico Tardío y principios de la Colonia,
había una cultura bastante homogenea en los valles centrales de México,
después de varios siglos de convivencia entre las distintas comunidades
lingüísticas. Si cotejamos los datos disponibles sobre las estructuras
sociales, el calendario, los dioses, los ritos, la cultura material, el uso
del sistema centromexicano de la escritura pintada/esculpida, etcétera,
encontramos que lo que distinguía a los otomíes de los nahuas era
básicamente el idioma. Ambos grupos lingüísticos vivían en los mismos
señoríos, la mayor parte de los cuales eran plurilingües. Bailaban en las
mismas fiestas, compraban las mismas cosas en los mismos mercados, exponían
sus pleitos ante los mismos señores en las mismas "casas grandes". Abundaban
los calcos, o traducciones literales de palabras, frases metafóricas y
difrasismos, cada grupo usando sus propios morfemas para expresar las mismas
ideas (incluyendo, por supuesto, los términos calendáricos). Yo pensaba que
había encontrado, por fin, un pequeño marcador étnico en la cultura material
otomí con los bezotes de obsidiana de Xaltocan que reportan Brumfiel,
Salcedo y Shafer, pero me comentó Michael E. Smith que se encuentran los
mismos adornos faciales en Morelos, donde en el momento de la Conquista sólo
se reporta el uso del náhuatl. En conclusión, no encuentro diferencias
culturales entre otomíes y nahuas (aparte del idioma) que sean más
significativas que las variaciones entre distintas comunidades de nahuas,
por ejemplo. O sea que no había una cultura otomí distinta a la nahua. Había
una cultura centromexicana con la participación de distintos grupos
lingüísticos. Cada elemento de la cultura tenía sus propias fronteras
espaciales y temporales, y estas fronteras raramente coincidían entre sí o
con las fronteras lingüísticas. Y por supuesto eran borrosas, permeables y
fluctuantes. El resultado fue un mosaico cultural complejo. Me gusta la
analogía de Leopoldo Valiñas, quien hablaba de los rasgos lingüísticos,
aunque se puede extender a los demás elementos de la cultura: que la
realidad no era como en los mapas que elaboramos los investigadores, con
fronteras nítidas y áreas con colores sólidos, sino como el piso de una
cantina, con manchas traslapadas, salpicaduras y huellas de pies. (Ahí lo
dejo; no me des cuerda porque luego no me callo.)

Saludos,

David


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