Novedad bibliográfica: El español en el mundo. Anuario del Instituto Cervantes 1998.

Carlos Subirats Rüggeberg Carlos.Subirats at uab.es
Wed Mar 18 17:15:43 UTC 1998


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Carlos Subirats Rüggeberg <Carlos.Subirats at uab.es>
Colaboradoras:
Paola Bentivoglio <pbentivo at reacciun.ve>, UCV
Eulalia de Bobes <ebobes at seneca.uab.es>, UAB
Mar Cruz <mcruz at lingua.fil.ub.es>, UB
Emma Martinell <martinell at lingua.fil.ub.es>, UB
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Novedad bibliográfica:
    - Instituto Cervantes. 1998. El español en el
mundo. Anuario del Instituto Cervantes 1998. Madrid:
Arco Libros <arcolibros at infornet.es>, 415 págs.

De: http://cvc.cervantes.es/accesorias/anuario/
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1. Presentación

    El Instituto Cervantes, por medio de su Anuario,
pretende promover y difundir estudios, informes y
ensayos sobre los más variados aspectos de la
situación del español en el mundo. En el Anuario se
hacen públicos análisis sobre el uso del español
—como primera lengua y como lengua segunda o
extranjera— y sobre su peso en los más diversos
ámbitos sociales, económicos y culturales. Al mismo
tiempo, se informa sobre las actividades, los
proyectos y los centros del Instituto de Cervantes.

El Anuario intenta ser útil no sólo a los
profesionales de la lengua —profesores y estudiosos—
o a los que tienen en la lengua su principal
instrumento de trabajo —medios de comunicación
social—, sino que aspira a despertar interés entre
aquellos que desarrollan su actividad en el ámbito de
la cultura, de la ciencia y la tecnología y en los
terrenos de
la economía, la industria o la política. En
definitiva, el Anuario del Instituto Cervantes quiere
hacer aportaciones valiosas para cualquier persona
interesada por el español como instrumento de
comunicación, tanto en el mundo hispanohablante como
fuera de él: no ha de olvidarse que se cuentan por
millones los estudiantes de lengua española en todo
el mundo.

El Anuario del Instituto Cervantes. 1998 está
dividido en tres partes que se refieren, la primera
de ellas, a algunos aspectos del máximo interés en
relación con el uso de la lengua española en el mundo
—comenzando por el recuento del número de
hispanohablantes—, la segunda a la utilización de
esta lengua en los ámbitos de la ciencia y la
tecnología y, finalmente, a las actividades y
proyectos realizados por el Instituto Cervantes
durante su último periodo. También se incluye una
relación de los centros del Instituto.

La primera parte del Anuario, que lleva como título
general «El uso de la lengua española en el mundo»,
incluye tres estudios: «La traducción y la
interpretación en español», de Julia Escobar
(traductora); «Demografía de la lengua española», de
Francisco Moreno Fernández (Universidad de Alcalá) y
Jaime Otero (INCIPE), y «El idioma español en las
Organizaciones Internacionales», de Eloy Ybáñez
(Embajador de España).

La segunda parte, denominada «El español en el ámbito
de la ciencia y la tecnología» incluye tres
aportaciones más: un artículo de Ángel Martín Municio
(Real Academia Española), «El español y la ciencia»;
un informe sobre «La producción científica en
español», de E. Fernández, L.M. Plaza, A. Román, C.
Ruiz y M.C. Urdín (CINDOC, CSIC), y un informe sobre
«La Ingeniería lingüística en España», realizado por
Joaquim Llisterri (Instituto Cervantes) y por Juan M.
Garrido Almiñana (Universidad Autónoma de Barcelona).

La información sobre el Instituto Cervantes, recogida
en la tercera parte, explica los objetivos generales
de la institución, sus principales líneas de acción
en la difusión de la lengua y las culturas hispánicas
y las actividades y proyectos más recientes de las
diversas secciones del Instituto. En el mismo lugar
se presenta la composición del Patronato y del
Consejo de Administración, así como las direcciones y
teléfonos de todas las sedes.

Como se puede suponer, la cantidad de datos y
reflexiones ofrecidos en los capítulos que conforman
el Anuario correspondiente a 1998 es muy grande, lo
que dificulta una presentación resumida. En líneas
generales, todas las aportaciones concluyen con una
llamada de atención a los hispanohablantes y a las
autoridades sociales y políticas de los países
hispánicos para que se satisfagan los más diversos
tipos de necesidades comunicativas en lengua
española, sea en el campo de la traducción, sea en el
seno de los organismos internacionales, sea en la
investigación científico-técnica o en las llamadas
«industrias de la lengua».


2. Contenidos

Como se ha explicado más arriba, el Anuario del
Instituto Cervantes correspondiente a 1998 se divide
en tres partes que llevan como título «El uso de la
lengua española en el mundo», «El español en el
ámbito de la ciencia y la tecnología» y «El Instituto
Cervantes: centros, actividades y proyectos».

La primera parte se inicia con un estudio sobre «La
traducción y la interpretación en español», elaborado
por Julia Escobar. En estas páginas se explica que la
traducción y la interpretación antes de ser
profesiones han sido prácticas habituales en todos
los procesos sociales y culturales, ligadas por
supuesto al conocimiento de idiomas, pero sin que se
las considerara ni una disciplina académica ni una
profesión. Sin embargo, parece lógico que, en una
sociedad cada vez más exigente con la formación de
sus profesionales, se haya ido perfilando ese
«conjunto de prácticas» hasta el punto de
convertirlas en una profesión digna de ser regulada y
desde luego, remunerada.

Según la autora, es evidente que estamos conociendo
en España un momento crucial para la consideración
social y profesional de la traducción, pero, a pesar
de ello, grandes sectores de opinión, por ejemplo la
prensa literaria y la mayor parte de los
intelectuales, permanecen indiferentes a la
importancia de esa función de la que sin embargo
dependen. Es de esperar que la incorporación de la
traducción a la Universidad contribuya a elevar la
categoría profesional de los traductores y a
dignificar su profesión y que dicha incorporación
abra una fructífera vía de investigación teórica que
redunde en beneficio de su práctica.

En cuanto al mercado laboral, la autora concluye que
la traducción y la interpretación van en aumento en
todos los sectores: el más conocido, el sector
editorial, es uno de los más pujantes. Julia Escobar
constata el elevado número de traducciones que se
hacen en España (durante el año 1996 se publicaron
11833 traducciones, de las que hay que descontar las
correspondientes reimpresiones y reediciones), pero
al mismo tiempo pone de manifiesto la escasa
profesionalización de los traductores, así como la
importancia y la urgencia de formar traductores
literarios (en el sentido más amplio de la palabra),
necesidad a la que no deberían ser ajenos los agentes
editores, responsables en definitiva del producto
ante el consumidor final, es decir, ante el lector.

En lo que se refiere al español, se concluye que la
novedad de algunos temas que han de ser traducidos e
interpretados obliga a la creación de neologismos, lo
que supone un indudable enriquecimiento léxico, así
como a plantearse la necesidad de una red
terminológica que, en nuestro país, es todavía muy
incipiente o al menos está poco coordinada. La
incorporación de las nuevas tecnologías pone de
manifiesto, en lo que se refiere al español, la
insuficiencia de recursos lingüísticos para su
aplicación industrial. Hay toda una tecnología
lingüística —herramientas integradas de composición,
bases de datos, traducción automática, tratamiento
del habla— que habrá que desarrollar lo antes posible
para poder estar a la altura a la que está destinada
nuestra lengua en los albores del siglo XXI.

El informe demolingüístico elaborado por Francisco
Moreno Fernández y Jaime Otero («Demografía de la
lengua española») concluye que el número de hablantes
de español en el mundo (Grupo de Lengua Materna y
bilingües) supera los 350 millones. Para llegar a
esta cifra se han tenido que afrontar numerosos
problemas teóricos, metodológicos y técnicos, tantos
que forzosamente se habla de cautela, de
provisionalidad y de cálculos aproximativos.

Las estadísticas comparadas permiten apreciar que el
número de hispanohablantes en el mundo es claramente
inferior al de los anglófonos y notablemente superior
al de los hablantes de francés. En general, en la
evolución demográfica de los tres idiomas destaca una
estabilidad que puede deberse a que el periodo
considerado (1984-1996) es demasiado corto para
reflejar tendencias prolongadas. Moreno Fernández y
Otero han podido observar, no obstante, que crecen
más, aunque muy poco, el francés y el inglés que el
español, quizá por las posibilidades de expansión que
les proporciona su oficialidad en países de elevadas
tasas de crecimiento de la población.

Las proyecciones realizadas para el año 2010 revelan,
con todas las reservas necesarias, que el español
podría haber llegado al final de un ciclo de
expansión relativa de su número de hablantes.
Consecuentemente, si el aumento de los
hispanohablantes desde este final de siglo se prevé
como pausado, a partir de ahora la eventual expansión
del español habría de basarse en otros factores,
muchos de ellos de naturaleza cualitativa, como un
mayor prestigio cultural o científico, mayor poder
adquisitivo, mayor uso como segunda lengua o la
adopción como lengua franca fuera de los países de
habla hispana, entre otros. Una vez alcanzada una
presencia internacional de primer orden, es el
momento de promover e impulsar políticas lingüísticas
encaminadas a acrecentar el prestigio cultural,
científico y tecnológico de los países hispánicos y,
por tanto, de la lengua española.

Por otro lado, los autores aconsejan que, a través de
los instrumentos políticos —nacionales e
internacionales— que se estimaran oportunos, se
llegara a un acuerdo entre todos los países
hispanohablantes con la mirada puesta en una
planificación del español. El español es una lengua
de cultura, internacional, homogénea, extensa y
compacta que merece una política lingüística que
contribuya a mantener estos atributos, en beneficio
de la propia lengua y de sus hablantes como
individuos. Finalmente, se señala que las
dificultades metodológicas del análisis
demolingüístico aconsejan la realización de
estadísticas lingüísticas comparables en todo el
mundo hispánico, en su conjunto y para cada uno de
sus países. Sería bueno trabajar a partir de unos
mismos criterios para fijar los Grupos de Lengua
Materna e introducir en los censos preguntas
homologadas, capaces de hacer posible la comparación
de los datos.

La parte dedicada a «El uso de la lengua española en
el mundo» se cierra con un capítulo sobre «El idioma
español en los organismos internacionales», de Eloy
Ybáñez, Embajador de España. Para su redacción, el
autor ha solicitado la colaboración de los
Representantes de España en todos los organismos de
los que forma parte.

Señala Eloy Ybáñez que, después de la Segunda Guerra
Mundial, se dieron unas condiciones que llevaron a
defender el plurilingüismo en el sistema de Naciones
Unidas, con cinco idiomas —los de los cinco grandes:
inglés, francés, ruso y chino— más el español, a los
que se añadirá después el árabe. Sin embargo, las
dificultades presupuestarias y otros elementos
llevaron a defender un monolingüismo de hecho (por
supuesto del inglés) como imposición de la realidad,
en postura que parece desinteresada, ya que este
idioma no es oficial en la mayoría de los países de
tal sistema, aunque es dominado suficientemente por
una gran parte de sus poblaciones. Como consecuencia,
en la práctica de dicho ámbito trata de imponerse el
inglés y algunos organismos adoptan, en sus
normativas o en sus prácticas, un único idioma, el
inglés, denominándolo significativamente «idioma de
trabajo».

Contra esta corriente se debaten los defensores del
plurilingüismo. Francia es consciente de que el
mantenimiento de su idioma como lengua diplomática es
vital para asegurar su propia presencia política,
económica y cultural en el mundo e incluso para la
propia supervivencia de su idioma en algunas de sus
antiguas colonias; por tanto, no sólo está atenta
ante cualquier posible atentado contra la posición
del idioma en cualquier foro, sino que sigue
incansable en la dotación de cuantiosísimos recursos
para su acción cultural. Por otro lado, el amplio y
variado mundo que tiene al español como idioma
oficial de sus Estados está dispuesto siempre, en
general, a la acción inmediata para defender
posiciones adquiridas, pero sin la constancia, la
coordinación, la implacabilidad y la intransigencia
francesas y, por supuesto, sin que la acción
diplomática esté apoyada por un esfuerzo de acción
cultural.

Eloy Ybáñez concluye que el objetivo debe ser
asegurar al español una posición en los distintos
organismos internacionales que se corresponda con sus
posibilidades. En muchos organismos, fundamentalmente
en aquellos de vocación universal, el idioma español
es ya, o puede serlo, uno de los tres privilegiados
entre los privilegiados. Ahora bien, para el
mantenimiento o la mejora de esta situación, hay que
tener muy en cuenta la necesidad de una actitud
vigilante, activa y coordinada con los demás países
hispanohablantes y, muy en especial, entre las
personas hablantes de español que actúan en tales
organismos. Ahora bien, esta acción no será
suficientemente eficaz si no es completada por una
acción cultural seria y sistemática, acción que no
debe ser asumida sólo por España, puesto que es
interés de todos los países que hablan español y
porque su gran fuerza es poder presentarse como
voluntad colectiva de muchos países de consolidada
presencia en la vida internacional.

La segunda parte del Anuario de 1998 está dedicada a
«El español en el ámbito de la ciencia y la
tecnología» y son también tres las aportaciones que
la componen. La primera de ellas es un ensayo de
Ángel Martín Municio, titulado «El español y la
ciencia», en el que se habla de la necesidad de un
gran proceso de intelectualización de la lengua
española, desarrollado en proyectos parciales  —como
la creación de recursos terminológicos— y que sólo
puede producirse sobre la base de la coherencia
política. Según el autor, a los científicos habría
que mostrarles que sus jergas tendrían en la lengua y
en su corrección un gran valor añadido, pero la
administración y la gestión de nuestra ciencia
debiera ser consciente de la necesidad de buscar el
imprescindible equilibrio entre la lógica aceptación
de las novedades, generalmente en inglés, de la
bibliografía científica actual en las revistas
especializadas internacionales y el absurdo
desmerecimiento de las publicaciones científicas por
el sólo hecho de serlo en español o en revistas
españolas, oficialmente desconsideradas en una dudosa
apreciación de méritos investigadores académicos.
Esta es una profunda y persistente incoherencia de
una débil política lingüística que crea herramientas
como el Instituto Cervantes para la difusión del
conocimiento y el uso de nuestra lengua y, a la vez,
restringe una de las posibilidades más prestigiosas
de su ejercicio.

Para el autor, no es necesario dejar de reconocer que
la lengua vehicular de los hechos científicos y
tecnológicos es, desde hace varias décadas, el
inglés, por el propio peso de sus investigaciones y
desarrollos. Pero ello no justifica que los gobiernos
españoles, al establecer los criterios específicos de
evaluación de la actividad investigadora, acepten
como de prestigio reconocido las publicaciones que
ocupan posiciones relevantes en los listados por
ámbitos científicos del Subject Category Listing del
Journal Citation Reports del Science Citation Index
(Institute of Scientific Information, Philadelphia,
PA, USA).

El Centro de Información y Documentación del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas aporta al
Anuario un informe sobre «La producción científica en
español» que coincide en algunas de sus conclusiones
con las presentadas por Martín Municio, especialmente
en lo que se refiere a la falta de aprecio oficial
hacia las publicaciones que no están en lengua
inglesa.

Según los autores de este estudio, en contraste con
la extensión de nuestro idioma en el mundo, la
producción científica en lengua española tiene escasa
presencia en el escenario internacional. Por este
motivo, los autores proponen algunas medidas
concretas de actuación orientadas a impulsar el
español como idioma de comunicación científica, entre
las que destacan el incremento de la presencia de
revistas y otras publicaciones científicas en lengua
española en bases de datos bibliográficas y en
bibliotecas especializadas de otros países, así como
en las de organizaciones internacionales de vocación
científica, cultural o política, a fin de facilitar
la difusión de la investigación científica española y
la correspondiente a la de todos los investigadores
hispanohablantes. También se propone aumentar el
número de artículos científicos bilingües,
inglés-español, o al menos incluir resúmenes en
español en los trabajos publicados en revistas
editadas en otros idiomas.

Otras propuestas de interés serían las siguientes:
promover la realización de estudios de la dinámica de
nuestro idioma en el mundo científico, con el fin de
obtener una idea de su impacto real y sus
posibilidades de expansión; promover la presencia del
español en las nuevas vías telemáticas de
comunicación científica; intensificar la presencia de
investigadores de habla hispana en proyectos de
investigación multinacionales; reclamar de las
organizaciones internacionales con competencias
científicas un incremento en la elaboración de
informes, anuarios y otras publicaciones en español;
y promover la elaboración de diccionarios, léxicos
científicos y técnicos y otras obras de referencia en
español, prestando especial atención a las áreas de
investigación en pleno proceso de desarrollo.

Estas propuestas no pretenden que el uso del español
sea incompatible con el empleo del inglés o de otros
idiomas de amplia difusión. Sin embargo, los autores
consideran imprescindible una política orientada a
promover y difundir el uso del español en foros
internacionales y que se considere objetivo
prioritario la comunicación en el ámbito científico y
tecnológico.

La tercera parte del Anuario se cierra con un informe
sobre «La ingeniería lingüística en España»,
redactado por Joaquim Llisterri y Juan M. Garrido
Almiñana. El informe se centra en las actividades que
actualmente se llevan a cabo en este campo y deja
para una etapa posterior el análisis más detallado de
las industrias de la lengua en su sentido más amplio.
Según Llisterri y Garrido, la ingeniería lingüística
constituye un campo de trabajo interdisciplinar en el
que confluyen la informática y la lingüística y con
el que se relacionan especialidades como la
lingüística computacional, el procesamiento del
lenguaje natural y el procesamiento del habla. Una
breve reseña histórica
presentada en el informe lleva a concluir que las
industrias de la lengua y la ingeniería lingüística
han sido objeto de un interés institucional en España
desde 1990, lo que ha supuesto la realización de
actividades de muy diversa naturaleza, tanto en lo
que se refiere a la organización de encuentros, como
al establecimiento de un programa de trabajo y a la
creación de un centro destinado a difundir
información sobre el sector.

Los datos que han podido recabarse ponen de
manifiesto la existencia de 120 grupos de
Investigación y Desarrollo que llevan a cabo
actividades en los diversos ámbitos que se relacionan
con la ingeniería lingüística, y que han participado
desde 1989 en 138 proyectos, financiados tanto a
través de programas nacionales como de programas
europeos. Estos datos, según los autores, permiten
pensar que existe una base estable y hasta cierto
punto consolidada, formada por aproximadamente 30
equipos, predominantemente en las universidades, con
una fuerte implicación en el campo de la ingeniería
lingüística. No debe olvidarse tampoco la presencia
del mundo empresarial, que representa un 25 por
ciento de los grupos identificados.

Las actividades de ingeniería lingüística en España
abarcan tres grandes áreas (tecnologías del texto,
tecnologías del habla y recursos lingüísticos) y se
detecta un equilibrio entre las tecnologías del texto
y las del habla, en cuanto a la dedicación de los
equipos, y una implicación ligeramente menor en el
ámbito de los recursos lingüísticos. Frente a esta
situación, las cifras recogidas muestran una mayor
presencia en proyectos financiados de tratamiento del
habla.

Aunque no se dispone, por el momento, de datos que
permitan estudiar la evolución de la ingeniería
lingüística en España y comparar la situación del
español con la de otras lenguas, los indicadores
utilizados muestran un crecimiento en el número de
proyectos con financiación pública. Por otra parte,
el análisis de la participación española en los
sucesivos programas del sector de Ingeniería
Lingüística de la DG XIII/E de la Comisión Europea
pone de manifiesto la ausencia casi total, desde
1991, de coordinadores españoles en los proyectos y
una presencia general que no alcanza el 30 por
ciento.

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