Espanglish
María Suárez
asuarezluque at GMAIL.COM
Wed Aug 22 18:53:25 UTC 2012
ESPAÑOL VS. ESPANGLISH: UN DRAMA INTERLINGÜÍSTICO
Por *Esteban Emilio Mosonyi*
Caracas, martes 21 de agosto de 2012
Acabo de leer en el diario El Nacional –sábado 18 de agosto de 2012,
Escenas 3–un reportaje suscrito por la talentosa periodista Michelle Roche
Rodríguez que lleva por título *El Diccionario de la Real Academia Española
(RAE) se leerá también en “espanglish*”. El espíritu que envuelve este
escrito es triunfalista, habla de una suerte de interacción amistosa entre
dos extendidísimas lenguas mundiales, el inglés y el español, e incluso del
crecimiento numérico de este último a expensas del inglés y el chino
mandarín. Estas afirmaciones contienen parte de la verdad, pero al mismo
tiempo nos indican que la comunicadora –al igual que muchos periodistas,
intelectuales, lingüistas, incluyéndome a mi mismo en un principio– cayó de
buena fe en una trampa muy bien montada, que es preciso desbloquear sin
mayor dilación y del modo más transparente posible.
El espanglish estadounidense no es tan inocente ni inofensivo como tal vez
a primera vista pudiera aparecer. Detrás de él se agazapa el oscuro interés
de quienes pretenden neutralizar la expansión del idioma español o
castellano en el gran país norteamericano y más allá de sus fronteras. Hay
una guerra sucia que quiero denunciar con toda responsabilidad. Lo digo en
mi carácter de persona conocida como ecuánime, ponderada, adversario
sempiterno de talibanes de toda laya. A mí me encanta el idioma inglés al
igual que todas las demás lenguas del mundo, independientemente de su
trasfondo demográfico o político. Semejantemente, adverso cualquier
tendencia que pretenda subordinar, debilitar o eliminar los idiomas
indígenas y minoritarios que se hablan en países donde el español es
oficial y mayoritario. Me precio de ser hablante y conocedor de varias
lenguas amerindias, mas también del vasco y del catalán. Por otro lado, no
me gusta el purismo, creo en el contacto creador entre las lenguas y, junto
con el eximio maestro Ángel Rosenblat, sé disfrutar de anglicismos con
sabor popular y hasta castizo como por ejemplo la palabra *guachimán*,
vigilante (del inglés watchman), *guaya* (de wire, alambre), *jonrón* de
home-run, *rin* de ring y tantos otros, fáciles de evocar.
Creo estar en la mejor posición para examinar y calificar el fenómeno
espanglish en sus justas dimensiones. Llevo varios años observando
cuidadosamente los hechos, y puedo sostener sin vacilaciones que el
espanglish se fundamenta en la influencia casi unidireccional del inglés
–lengua dominante en EE.UU.– sobre el español –lengua dominada–. Tal
influjo se manifiesta en una avalancha de palabras, modismos, giros
sintácticos, interferencias fonéticas y fonológicas, incluso el
empobrecimiento y distorsión de la morfología original. Lo que sucede, a
grandes rasgos, es una rápida sustitución de la sustancia medular de lo
hispano por insumos tomados del idioma inglés, tanto en la forma como en el
contenido. El usuario del espanglish –en su versión oral o escrita– termina
expresándose en un inglés deficiente, metido en un envoltorio hispánico
cada vez más difuso. A mí no me asustan palabras como “chatear”, “bloguear”
y “escanear”, neologismos probablemente necesarios en estos tiempos. Pero
cuando nos dicen “me vine atrás a los Ángeles para pagar el tax de mi
londri (laundry)” (volví a los Ángeles para pagar el impuesto de mi
lavandería) o “este relativo mío tiene una grosería (grocery) en la siri
(city) de Boston” (este pariente mío tiene un abasto en la ciudad de
Boston), “el fren (friend) de mai bróder (my brother) se compró un oromóvil
(automobile), toda persona sensata y amante de la lengua de Cervantes,
Nebrija y Bello tiene que manifestar una profunda preocupación.
Hay que recordar que en EE.UU. existe hace tiempo una fuerte corriente de
opinión, muy organizada e influyente, llamada “English Only” (solo en
inglés) que, a título de promover la oficialización del inglés como idioma
exclusivo, lucha por restar espacio a cualquier otro sistema lingüístico,
empezando por el español que se percibe como su fuerte competidor.
Agregamos que en ese mismo país hay una gran resistencia a nuestro idioma,
ahora potenciada por las políticas racistas y anti-inmigrantes. La
educación bilingüe inglés-español está poco extendida, y por regla general
los hijos de inmigrantes hispanos escasamente dominan su lengua originaria
y –como ocurre con otras poblaciones migratorias– los nietos o sea la
tercera generación ya casi no entienden ni se acuerdan del lenguaje de sus
abuelos. Pero aun eso les parece poco a los sectores angloparlantes
patrioteros y xenófobos, por lo que dan todo su apoyo a los usuarios y
promotores del espanglish, a fin de conquistar y vencer el idioma español
desde adentro, destrozando su estructura y alterando profundamente su
vocabulario. A esto se refiere el conocido lingüista húngaro-australiano
Stephen Wurm, cuando caracteriza cierta “dialectalización” regresiva de
algunos idiomas indígenas y otros minorizados, los cuales en el trascurso
de su replegamiento se van asemejando cada vez más a la lengua opresora,
hasta convertirse virtualmente en una variante dialectal de la misma. Un
ejemplo sería el yopará salido del guaraní paraguayo, tan españolizado que
en sus manifestaciones extremas resulta más comprensible para el monolingüe
hispano que para un hablante del guaraní ortodoxo. Por cierto, la
articulista de El Nacional se pregunta por qué no echa raíces la edición y
lectura de obras literarias escritas en español precisamente en el mercado
estadounidense. La respuesta parece obvia: el espanglish va estableciendo
una muralla de incomprensión entre los hispanohablantes de Norteamérica y
el resto del mundo de habla castellana.
Pero frente a tan grave problema no estamos para quejarnos solamente,
haciendo catarsis ante el imperialismo lingüístico anglosajón.
Deliberadamente me resisto a decir “imperio”, pues no hay por qué confundir
las pretensiones imperialistas de una falsa élite con el logro consumado de
una formación imperial que dominaría todo el planeta de modo
incontrovertible. Además, EE.UU. todavía no se ha dado el lujo de llamarse
a sí mismo “imperio”, y a nosotros no nos asiste razón alguna para darle
ese gustazo ni rendirle pleitesía. Debemos respetar a ese gran país, a su
gente y a su cultura, pero al mismo tiempo exigirle un trato idóneo y
equitativo para con el idioma español, sin olvidar tampoco sus propios
idiomas indígenas y las lenguas traídas por múltiples oleadas de
inmigrantes. Dentro de esa compleja realidad socio-lingüística salta a la
vista la necesidad de la co-oficialización del español junto con el inglés,
dándole a nuestro idioma todas las posibilidades y facilitándole su libre
desenvolvimiento según sus específicas coordenadas histórico-culturales, en
todos los ámbitos de uso y en íntima cercanía con otros colectivos de habla
hispana. Éste es un objetivo de índole cultural y política no solo justo
sino irrenunciable, que cabe perfectamente en un nuevo orden planetario de
paz e inclusión total.
*Esteban Emilio Mosonyi*
*Premio Nacional de Humanidades, 1999-2000.*
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